domingo, 20 de enero de 2013

El nacimiento de los regionalismos periféricos: Catalán (parte I)

Uno de los hechos políticos más significativos de finales del siglo XIX fue la aparición de los movimientos políticos de tendencia regionalista o nacionalista, fundamentalmente en la periferia de la península. Hasta entonces, las reivindicaciones anticentralistas se habían encauzado a través del carlismo o del republicanismo federal, aunque el desprestigio de ambas corrientes provocó la aparición de nuevas tendencias políticas, cuyos programas se basaban en la defensa de los derechos históricos y en los intereses de diferentes colectivos regionales.


El nacionalismo catalán

Varios son los motivos que permitirán, al final de la centuria, la aparición de una ideología que defendiera los intereses catalanistas, entre ellas, el desarrollo de una burguesía industrial durante la primera mitad del siglo XIX dispuesta a defender sus intereses. Para ello, van a encontrar su fundamento ideológico en la propagación de los ideales federalistas provenientes del republicanismo de Pi i Margall y los planteamientos foralistas del carlismo de fuerte implantación en la región en épocas anteriores. Junto a éstas, la aparición de ideas de defensa de la cultura y de la lengua catalana -La Renaixensa-, completarían los cimientos en los que se sustentó el planteamiento de Valentí Almirall, fundador del Diari Catalá.

Retrato de Valentí Almirall, fundador del Diari Catalá.

En 1882 se fundó la primera asociación del catalanismo, el Centre Catalá, con la voluntad de agrupar a todos los catalanes que estuvieran dispuestos a colaborar en el engrandecimiento de su país. Su lema era "Catalunya i avant" y su actividad más importante fue la entrega de un memorial al Rey -Memorial de Greuges- en defensa de los intereses materiales, morales y culturales de Cataluña. Otro colectivo político, creado en aquel momento y denominada Lliga de Cataluya, se incorporó también a la política de reclamaciones y solicitó la constitución de las Cortes catalanas, el reconocimiento de la oficialidad de su lengua y de la enseñanza en catalán, y la formación de tribunales catalanes.

Así, en 1891 nació la Unió Catalanista, que intentaba unificar a todos los grupos e instituciones defensoras del catalanismo. Un año después se hicieron públicas las llamadas Bases de Manresa, redactadas por Prat de la Riba, en las que se definía un futuro programa de autonomía para Cataluña: formación de Cortes catalanas, poder Ejecutivo y jueces catalanes, oficialidad de la lengua catalana y obligatoriedad de que todos los cargos públicos fueran ocupados por catalanes. No obstante, no se establecía el mecanismo para llegar a la implantación de la autonomía, por lo que ni la burguesía industrial ni las clases populares se sintieron muy identificadas con dicho programa. 

Lugar de creación de las Bases de Manresa.
Un momento clave fue el año 1898, en el que la crisis política nacional se aprovechó para pedir a la Reina regente la implantación de la autonomía administrativa en Cataluña, aunque el hecho más destacado en ese momento fue la publicación del manifiesto del general Polavieja, que había sido capitán general de Cuba y de Filipinas.

El texto responsabilizaba a los partidos políticos de la situación crítica del país y proponía diversas reformas para acabar con el caciquismo, reorganizar el ejército y proceder a la descentralización de la Administración, idas que coincidían con los sentimientos autonomistas de la burguesía catalana. De esta forma, los sectores económicos más influyente de Cataluña se adhirieron al proyecto. 

Ya en 1901 se creó el primer partido catalán, la Lliga Regionalista, para participar en las elecciones convocadas por Sagasta. En principio, se trató, de un partido interclasista y regionalista, pero dominado, sobre todo, por la tendencia conservadora y por el mundo rural. Sus líderes eran Prat de la Riba y Cambó. Con el nuevo siglo, el catalanismo político continuó su desarrollo y su expansión hasta lograr el control de la representación parlamentaria regional. Desde esta posición hegemónica en la región, plantearon el reconocimiento institucional de la peculiaridad de Cataluña.

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