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lunes, 10 de junio de 2013

La colonización de Norteamérica

La colonización del sur de Norteamérica empezó en el siglo XVI: en 1565 los españoles fundaron en San Agustín (Florida) la primera ciudad. En 1585 Sir Walter Raleigh organizó una expedición al Nuevo Mundo, desembarcó en las costas de Carolina y tomó posesión de las tierras en nombre de la reina Isabel Tudor. Pero los primeros asentamientos estables no se realizaron hasta el siglo XVII. La primera colonia fundada fue la de Jamestown (1606) en la bahía de Chesapeaki. En 1620 llegaron a bordo del Mayflower 102 peregrinos, que había escapado de Inglaterra por motivos religiosos, y fundaron la colonia de Plymouth. La expedición del Mayflower, por las vicisitudes de su viaje y las dificultades que tuvieron que soportar en unas tierras sobre las que no tenían ni siquiera la concesión gubernativa, ha convertido a sus protagonistas en ejemplo de colonizadores heroicos y decididos.

Representación pictórica de los peregrinos del Mayflower.
A partir de este momento los asentamientos se multiplicaron y sus causas fueron diversas: motivos económicos y religiosos fueron los más importantes. Los ingleses buscaban en las nuevas tierras la posibilidad de montar productivas empresas comerciales y escapar de las persecuciones de la iglesia oficial. En 1629 se fundó Massachussets Bay, colonia de comerciantes y terratenientes. En 1635 el pastor protestante Roger Williams fundó Rhode Island, ejemplo, de convivencia y tolerancia. En 1632 se fundó Maryland, que se convirtió en la tierra americana de los católicos. Los cuáqueros (puritanos protestantes) se instalaron en Pennsylvania. La última de las colonias inglesas en América fue fundada en 1732 por un general filántropo, J.E. Oglethorpe, con diez mil prisioneros, para quienes consiguió la libertad, tierras, semillas y útiles de labranza.

A mediados del siglo XVIII las Trece Colonias llevaban una vida prácticamente ajena a la de la lejana metrópoli. Al mismo tiempo se fue desarrollando una profunda diferencia entre el norte, habitado por comerciantes y artesanos abiertos y de espíritu práctico, y el sur, agricultores con una concepción aristócrata, patriarcal y apegada a los valores tradicionales. Pero todos estaban unidos en su deseo de independencia.

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