viernes, 14 de septiembre de 2012

Una plaza barroca: San Pedro del Vaticano

Vamos a realizar el análisis de una obra, práctica obligada de los alumnos de Historia del Arte en Bachillerato. Para ello vamos a analizar una obra arquitectónica de época barroca: la plaza de San Pedro del Vaticano, obra cumbre de Bernini, escultor, arquitecto y pintor italiano del siglo XVII.

Bernini toma como punto de partida el eje central, manifiestamente alargado ahora, y sobre él se diseña una de las más imponentes plazas de Occidente. Partiendo de las experiencias del Campidoglio de Miguel Ángel en Roma, o de la plaza de Pienza, traza dos amplísimos brazos rectos desde los extremos de la fachada y que convergen hacia el eje. Aquí, la convergencia produce un engaño óptico que da mayor dimensión a la fachada principal.

Plaza de San Pedro del Vaticano.

Estos brazos rectos, que avanzan en una longitud tan grande como la que hay desde el baldaquino interior hasta la fachada exterior, están constituidos por una magnífica columnata dórico-romana que remata en un entablamento coronado por estatuas. Pero la genialidad de Bernini estriba en el encurvamiento de esta columnata. Lo hace describiendo una elipse, curva de mayor dinamismo que el círculo, y situando cerca de sus focos dos magníficas fuentes; de esta forma hay una constante en la suma de apreciaciones de las mismas desde cualquier situación del espectador en la elipse.

La columnata curva consta de cuatro hileras de cuatro órdenes distintos y proporcionan un total de 296 columnas que, sobre el entablamento, sostienen 140 estatuas de santos, obra de los discípulos del maestro, El efecto de este deambulatorio es impresionante, ya que el bosque de columnas no parece acabarse sea cual fuere el punto elegido. Con ello Bernini quiebra, definitivamente, el ideal de perspectiva central que había presidido la arquitectura desde Brunelleschi. La gran fachada de la basílica queda siempre condicionada por las infinitas posibilidades de observación que ofrece la curvada columnata.

San Pedro del Vaticano.

No puede decirse que haya un punto único e ideal de observación sino la integración de todos ellos, porque la única posibilidad de ver la basílica desde el gran eje central queda trucada al haberse colocado allí, en el centro de la elipse, un obelisco egipcio de 40 metros de altura. Su presencia obliga a desplazar el punto de vista hacia los lados, lo que conviene al ideal barroco que aporta Bernini con esta obra.

Por lo demás el largo eje axial se hace enorme y supera ampliamente la dimensión mayor de la propia basílica.  

Fuente: Vicens Vives

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