jueves, 25 de octubre de 2012

La emancipación de las colonias españolas de América

Entre 1811 y 1824 tuvieron lugar las campañas militares que llevaron a la independencia de las colonias españolas de América, con excepción de Cuba y Puerto Rico. Terminaban así tres siglos de dominación colonial en los que la historia de las posesiones americanas estuvo marcada y controlada por la historia y la política de la metrópoli. Las consecuencias de este hecho, evidentes en lo que se se refiere a los nuevos Estados surgidos de la lucha de independencia, fueron también de gran trascendencia en la historia española.

Las causas

La emancipación de las colonias no empezó en 1811; entonces empezaron simplemente las acciones bélicas: en realidad había empezado a manifestarse mucho antes, en los movimientos rebeldes del siglo XVIII. Era la expresión de un malestar generalizado. Del mismo modo, sus causas no son aislables, sino la suma de una serie de factores que encontraron ocasión para expresarse en el vacío de poder creado por las abdicaciones de Bayona y la invasión napoleónica.

Muchas de estas causas fueron de tipo económico y social. La situación de subordinación colonial se había convertido en freno para el progreso, impedía el desarrollo industrial y supeditaba las explotaciones primarias a las necesidades de la metrópoli. Los criollos, los españoles nacidos en América, que constituían casi un 20 por ciento de la población  en su mayoría ilustrados y con poder económico, empezaron a adquirir conciencia de esta situación y se convirtieron en el motor de la independencia.

Otras causas tenían carácter político: la expulsión de los jesuitas, decretada por Carlos III para España y las colonias en 1767, fue muy mal considerada en América, donde los jesuitas habían jugado un papel muy importante en la formación de la poderosa clase criolla; la política de alianzas de los Borbones afectó a América, que vio cómo sus tierras eran cedidas como botín de guerra. La pérdida de Trinidad en 1763 y la venta de Luisiana a los Estados Unidos en 1803, fueron negativamente consideradas en América. La pérdida de confianza política que produjeron se vio agravada tras los acontecimientos españoles de 1808 y las luchas políticas que los siguieron. Hubo, por último, causas ideológicas: la influencia de la independencia americana y de su Constitución, así como de la Revolución Francesa ayudaron a dar coherencia política a unas ideas que ya llevaban tiempo gestándose.



Primera etapa (1808-1814)

La noticia de los acontecimientos de la metrópoli generó un temprano movimiento de rechazo en las colonias: los emisarios enviados por Napoleón para reunir adeptos fueron apresados.

Pero la unanimidad se rompió muy pronto y se manifestaron dos grandes tendencias: la partidaria de la emancipación y la defensora de la legalidad existente. La primera tendencia se manifestó en la creación de juntas, iniciada en 1809 en Alto Perú y Quito y que rápidamente se extendieron a Buenos Aires, Bogotá y Santiago de Chile. A pesar de su fidelidad a la metrópoli, las juntas ofrecían una primera manifestación del afán autonomista de las burguesías urbanas frente a la burocracia metropolitana que había sabido controlar la situación.

Venezuela se convirtió, con Bolivia, Paraguay y Uruguay, en defensora del legalismo realista. En Nueva España (México) los primeros movimientos tuvieron un carácter rural.

Entre 1812 y 1814 se produjo un reflujo en las acciones bélicas que en algunos casos pareció prometer una solución pacífica. La causa estuvo en la asistencia de representantes de las colonias a las Cortes de Cádiz y en la aprobación de una Constitución que reconocía sus derechos cívicos y políticos. La llegada al trono de Fernando VII y la abolición de la Constitución de 1812 recrudeció la lucha.

Las grandes campañas y el fin de la guerra por la independencia (1815-1824)

Los movimientos dejaron de ser locales para hacerse continentales. Dos fueron los grandes jefes militares de la guerra de independencia: Bolívar que avanzaba desde el norte, ayudado por Sucre; y San Martín, por el sur, con O´Higgins como lugarteniente. Fernando VII, por su parte, envió un ejército de 10.000 hombres, mandados por Pablo Morillo, que desembarcó en Venezuela en 1815 para ayudar a los legalistas a detener la insurrección.

El Congreso de Tucumán proclamó la independencia de Argentina (julio de 1816) y los ejércitos del general argentino San Martín cruzaron los Andes, derrotaron a los realistas en Chacabuco (1817) y Maipú (1818) y lograron la independencia de Chile (1817).

Bolívar, tras su fracasado intento de lograr la independencia de Venezuela en 1816, volvió en 1817 y se enfrentó a las tropas del general Morillo. La victoria de Boyacá (1819) le permitió ocupar Bogotá y consolidar la independencia de Nueva Granada. La victoria de Carabobo consagró la independencia de Venezuela (1821). El 9 de diciembre de 1824 tuvo lugar la última y decisiva batalla por la independencia, la de Ayacucho, que concedió la independencia a Bolivia y puso fin a la guerra de independencia.


El proceso de independencia de México y América Central se realizó al margen de las grandes campañas de América del Sur. La emancipación mexicana fue realizada en 1821 (Plan de Iguala) por el criollo Agustín de Iturbide, nombrado emperador con el nombre de Agustín I. América Central, que en 1811 lanzó su primera declaración de Independencia, llevó a cabo su emancipación en 1821, en el seno del Imperio mexicano de Iturbide, del que se separó definitivamente en 1824, formando el Estado de las Provincias Unidas de Centro América. Así quedaba casi terminado el proceso de independencia colonial en la América española; la última fase tuvo lugar a finales del siglo XIX, con la independencia de Cuba.

Nada más concluir la independencia se planteó la difícil tarea de dotar de una organización política a los nuevos Estados. Bolívar intentó crear una Confederación de Estados americanos en torno a la Gran Colombia, formada por los actuales Colombia, Ecuador y Venezuela. Para lograrlo convocó la Conferencia de Panamá (1826) a la que asistieron representantes de todos los países, incluidos los Estados Unidos de América. Pero el objetivo de Bolívar no pudo realizarse: una gran cantidad de intereses nacionales, diferencias de planteamientos políticos y de intereses de clase lo impidieron. Los nuevos Estados se organizaron siguiendo el modelo político republicano de los Estados Unidos.

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