miércoles, 31 de octubre de 2012

Rubens y su obra

Pedro Pablo Rubens nace en tierras germanas, de padres flamencos, trasladándose a vivir a Amberes, ciudad que va a convertirse en su auténtica patria. En Rubens el Barroco brilla con extraordinaria vitalidad, aunque debido a sus constantes viajes por Europa, su pincel adquiere un tono clasicista.

Autorretrato de Rubens
El estilo de este genial artista podía resumirse en tres exaltaciones: el color, el movimiento y la forma gruesa. La gama de colores utilizados, la soltura de la pincelada y el uso de la paleta adquieren una intensidad pocas veces alcanzada. Sus composiciones adquieren un extraordinario dinamismo. La vertical, la horizontal y la forma estática parecen haberse alejado de sus telas. Sus mujeres muestran una inclinación hacia la figura redonda.

Sus escenas religiosas, La adoración de los Reyes del Prado, o el mismo tema de la capilla del King´s College de Cambridge, o los dos trípticos de la Erección de la Cruz y el Descendimiento de la catedral de Amberes, se conciben como escenas cortesanas, en las que se enlazan las columnatas de mármoles, las telas costoroas y los cofres cargados de alhajas en torno a Vírgenes bien alimentadas.

En las obras mitológicas se revela como el gran intérprete de la fábula pagana, con una concepción miguelangelesca del desnudo masculino y una evidente admiración por Tiziano en la concepción del desnudo femenino: Las tres gracias, Ninfas perseguidas por faunos o El juicio de Paris, resaltan el contraste entre los músculos broncíneos de los sátiros y la piel nacarada de las ninfas.

Las tres gracias, obra de Rubens de temática mitológica
El mismo lenguaje solemne de la mitología encontramos en sus obras de historia, como la serie de Las bodas de María de Médicis.

Los retratos, por ejemplo el de María de Médicis, presentan una estructura de líneas que tienden a romper el marco y propenden a resaltar telas y joyas, con un espíritu narrativo probablemente aprendido en los maestros venecianos del Renacimiento.

En los retratos ecuestres, como en el del Duque de Lerma, el caballo no sólo se encabrita en la clásica postura barroca, sino que gira y se ondulan su cola y sus crines en una apoteosis de vitalidad.

El Duque de  Lerma, retrato ecuestre obra de Rubens
Finalmente en los paisajes, Rubens despliega sus ansias de movimiento y sus juegos de luces; como el el Meleagro y Atalanta, de temática mitológica, que es en realidad un paisaje con los ramajes ensortijados, los troncos retorcidos como columnas salomónicas  manchas gruesas que se convierten en luces en los calveros, caminos serpenteantes; la vida bullente que se anunciaba en los paisajes de Brueghel recorre estos poemas de la naturaleza con impulso desbordante.

Fuente: Vicens Vives

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