domingo, 16 de junio de 2013

La crisis religiosa del siglo XVI

La Reforma protestante

A comienzos del siglo XVI existía en Europa el sentimiento generalizado de que la Iglesia había perdido sus verdaderos objetivos cristianos y que era necesaria un reforma. El 31 de octubre de 1517 el monje agustino Martín Lutero fijó en la puerta de la iglesia de Wittenberg (Sajonia) sus Noventa y cinco tesis, en las que criticaba los abusos cometidos por la Iglesia, sobre todo en la práctica de las indulgencias (concesión de un beneficio espiritual a cambio de dinero). La Reforma luterana se convirtió muy pronto en un movimiento de escisión con respecto a la Iglesia católica y el Papado de Roma. Lutero defendía la doctrina de la "justificación por la fe" y el "libre examen", lo que supone confiar en la capacidad personal para establecer relación con Dios y con los textos sagrados. El papa León X excomulgó a Lutero, quien quemó públicamente la orden de excomunión (1520).

Retrato de Martín Lutero.

En 1521 la Dieta de Worms, convocada por Carlos V, condenó las doctrinas reformistas y Lutero fue desterrado; pero sus ideas se habían difundido ya por gran parte de Alemania, gracias al apoyo prestado a los reformistas por algunos príncipes y ciudades que se oponían a la autoridad imperial. En 1529 las ciudades y los príncipes luteranos firmaron una "protesta" contra las medidas represivas del Emperador, de don viene el nombre de "protestantes" que a partir de entonces recibieron, y, al cabo de 25 años de conflictos, la Paz de Augsburgo (1555) reconoció el derecho de los protestantes a practicar su religión, sentando al mismo tiempo el principio de que en cada territorio se declarara oficial la religión defendida por sus gobernantes; a partir de este momento el protestantismo se extendió rápidamente por Europa del norte y central.

Ulrico Zwinglio llevó a sus últimos extremos las doctrinas protestantes en Suiza, predicando un retorno a la austeridad del cristianismo primitivo.

El francés Calvino, el más radical de los reformadores, creó en Ginebra un foco de refugio de los protestantes perseguidos en los países católicos (España, Francia, Italia o Inglaterra durante el reinado de María Tudor). La Reforma anglicana, de características muy diferentes y propiciada por el monarca inglés, llevó a la formación de una Iglesia nacional, cuya cabeza jerárquica era el rey (Acta de Supremacía, 1533).


La Contrarreforma católica

Como reacción contra la reforma protestante se produjeron en el seno de la Iglesia y en los países defensores del catolicismo, España e Italia, sobre todo, una serie de movimientos destinados adefender la fe de Roma. Entre ellos destacaron la funddación de la Compañía de Jesús (1534) por el español Ignacio de Loyola y la celebración del Concilio de Trento (1545-1563).

El Concilio de Trento, convocado por Paulo III y apoyado por los monarcas católicos, se reunió el 15 de diciembre de 1545. Entres sesiones el concilio rebatió con gran dureza las tesis luteranas sin aceptar ninguna de las modificaciones teológicas o doctrinales defendidas por los reformadores y condenó los abusos de las jerarquías eclesiásticas. Para combatir las desviaciones heterodoxas, contó con dos eficaces armas: el Tribunal de la Santa Inquisición y el Índice o catálogo de libros cuya lectura era condenada por la Iglesia.

Concilio de Trento.
El Concilio de Trento supuso el fracaso de una política de conciliación entre católicos y protestantes y propició las luchas de religión que a lo largo del siglo se dieron en Francia y en Alemania.

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