Los musulmanes penetraron en la Península a principios del siglo VIII siguiendo la ruta de las calzadas romanas, razón por la cual los territorios actuales de Extremadura fueron rápidamente dominados, aunque hubo resistencia en algunos lugares como Mérida.
En Extremadura se asentaron fundamentalmente bereberes, sobre todo en las laderas de las sierras, que ofrecían condiciones semejantes a las de sus lugares de origen. Este pueblo favoreció una economía ganadera basada en la oveja que influiría considerablemente en el futuro de la región extremeña. La situación fronteriza con los reinos cristianos determinó sus sistema productivo al acentuar la actividad ganadera, más fácil de defender que la agrícola.
También las ciudades de la región vivieron un renacimiento derivado de la forma de vida musulmana, que estimuló la artesanía y el comercio; además, en ellas vivían los nuevos terratenientes que recibían las rentas de sus colonos, fruto de una agricultura intensiva de regadío.
Pese a todo, Extremadura tuvo una posición marginal dentro del sistema económico musulmán, por lo que solo Mérida, en proceso de decadencia, puede considerarse propiamente con una ciudad, pues contaba con unos 15.000 habitantes.
A partir de la segunda mitad del siglo IX, Badajoz adquirirá de forma progresiva mayor importancia como centro regional y desplazará definitivamente a Mérida, al convertirse aquella en capital del reino aftasí en el siglo XI, periodo en el que llegó a tener 25.000.
Murallas de la ciudad de Badajoz, de origen musulmán. |
En tiempos del califato de Córdoba, Extremadura constituía una de las tres marcas que formaban la frontera inferior del al-Ándalus, con centro en Mérida, y, por tanto, con cierta lejanía del poder central, hecho que se traduciría en continuas sublevaciones. Este proceso culminó con la creación, por parte de Ibnal-Aftas, del reino taifa aftásida de Badajoz, en el año 1022, el cual sucumbió ante el avance cristiano que tomó la ciudad en 1095.
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